sábado, 27 de agosto de 2011

Final parte 1


Fue en el  buffete de ensaladas, donde la noche comenzó, ese lugar  que tantas noches acogió nuestras conversaciones, de sexo a filosofía, de política, religión y futbol, entre lechugas y pepinos arreglábamos el mundo en palabras y silencios, fue en ese lugar, sencillo como nosotros mismos que tuvimos la última cena, el inicio de mi última noche en Madrid. 

Es difícil explicar como hace el tiempo para acelerarse cuando estamos a gusto, ese tiempo cabrón y perezoso en nuestras penas de repente se inyecta de vida y juventud para los tiempos felices, supongo que los hombres sabios se pasan la vida en un largo y lento andar melancólico, es la única forma en que me explico que puedan analizarlo todo con tanta calma, si fueran felices como he sido yo estos ocho meses no alcanzarían a darle vueltas de tuerca a nada, así como estoy yo ahora después de estos tres minutos que han sido mi vida como Madrileño, aturdido y sorprendido como cuando me enamore de la Cibeles, como cuanod deje mis sueños paseando por el Retiro, como mi corazón que llora desde lo alto en este día de lluvia en pleno agosto.

Cenamos ensaladas, como dije, y luego nos fuimos a la Sueca a por una copa, noche de día miércoles… fuimos los únicos que entraron al bar, una bendición en esta ciudad de corazón amplio y espacio reducido, el camarero reconoció a Antonio y Jorge –yo solo era un invitado- así que trabámos conversación, que el partido Madrid-Barcelona de esa noche, que las jornadas mundiales de la juventud, que la visita de susan (tidad) y lo bonita que es Barcelona…. Que bonita es Barcelona… Entre guiños y guiños al camarero termine poniéndome un poco cachondo, pasar de nostalgia a calentura es una de esas bipolaridades extrañas que participan de mi, asi que conecte el Grindr, cinco minutos y ya había quedado con un chico.

Puede sonar enfermo que mi última noche en Madrid me pusiera a buscar un polvo, pero Antonio y Jorge trabajaban al día siguiente, Jesús y Tony no se habían pronunciado y todo el resto de gente que he conocido eran absolutamente obviables para una noche así, además me pareció absolutamente coherente dado mi estilo de vida en esta ciudad.

Besos y abrazos, despedidas y un regalo, bienaventuranzas y hasta luegos, me quede solo caminando por esas calles estrechas, como una sombra paseando entre las putas de siempre y los borrachos perdidos, caminando despreocupado me sentí realmente yo, como si mi esencia fuese noche y andanzas sin destino, como si fuese yo mismo la sombra que me acompaña en luna llena, el nombre de una calle que no retuve, el numero del portal que no recuerdo, cinco minutos y estaba comiendo un rabo con el que intente quedar en más de una ocasión:
-“graciosa coincidencia”- pensé
-“mas vale tarde que nunca”- dijo él.

Cinco minutos así, una esnifada de poppers y su rabo –de dimensiones mas que considerables he de decir- se torno en un manantial de leche sobre mi torso desnudo; uno, dos, tres lechazos corriendo de mi cara a mi pecho; cinco o diez minutos y estaba de vuelta a la calle, mas cachondo que antes, y sin ni un euro en el bolsillo… que cara te vuelves, Madrid, cuando quiero despedirme de ti. Errando sin objetivo me sente en una plaza cualquiera, a pocas calles de Odarko, me sente a fumar, a esperar en compañía del humo a que mi vida cambiara, a dejar que los minutos me trajeran buenas nuevas como la gaviota que espera el buen viento sobre el mástil de un barco, tardo la mitad de un cigarrillo en pasar, de caminar lento y arrugas interesantes, panza de hombre adulto y las facciones que quedaron de una atractiva juventud, me miro al pasar, le mantuve la mirada –mi corazón latiendo rápido- siguió caminando y me volvió a mirar –mi cabeza juzgando y analizando la posibilidad- paso por mi lado y a uno metros paro a mirarme –es algo que nunca pensé que haría, pero la posibilidad estaba ahí, como el mana a los judíos en el desierto, me decidí a atacar-.

-“¿que tal?”- pregunte con seguridad
-“bien respondió seco”- me sonreí, le sonreí, y algo en el cielo debió sonreírme también.
A eso de la 1:30 cruce la puerta de Odarko, pague mi entrada, me desnude y deje de ser una sombra, en una hora y media había follado dos veces sin correrme, dos polvos conducentes a mi última cacería, dos pasos –cualquiera diría planeados por alguien- para el último salto, salude al camarero y su cuerpo de mister mundo, pedi una copa y entré a la zona oscura, mi cuerpo reacciono rápido al aroma a sexo de esas habitaciones, mi piel se fue mojando a cada cuerpo sudado que rozaba, mi rabo se fue endureciendo con cada mano que tocaba, inspire profundo como queriendo alimentarme del morbo que me rodeaba. Entre sombras y brillos de ojos encontré una cara conocida, en principio no supe identificarlo pero un par de tatuajes en la cabera me recordaron a un vecino que me había follado tiempo atrás, un excelente polvo de una noche con un cuerpo trabajado a cuestas, el me miro y me hizo un gesto de saludo, yo me acerque y le comí la boca, nos fundimos en una guerra de dominación entre nuestras lenguas, sus manos directo a la polla que ya había disfrutado, las mias directo al culo que conocía, muchas otras manos queriendo descubrirnos, mi boca –hecha agua por la anticipación- se movió sola rumbo a su culo abierto.