viernes, 18 de marzo de 2011

Perdóname Señor, He Pecado

La cuerda abrazando mis biceps me tenían adolorido, no se si por el roce o por el hecho de que sostenían todo mi peso. Mis pies extrañaban la seguridad del piso bajo ellos, en vez de eso colgaban firmes atados a mis manos,  la mascara que cubría mi cabeza apenas me dejaba respirar, podía sentir el sudor caer por mi cuello, tenia el torso desnudo y completamente mojado, no se cuanto tiempo llevaba ahí, los ojos me escocían pero me daba igual.

Esta vez era solo un rabo en exposición, colgado en el bar como si de un jamón me tratase, al alcance de cualquiera que quisiera tocar, mamar, azotar, incluso me podrían haber follado de haberlo querido alguien, yo no hubiese podido gritar... y no me refiero al hecho de tener mis calcetas metidas en la boca, la verdad es que no quería gritar, quería quedarme así... colgado... débil, limitado y absolutamente entregado.

Algunas personas salen a correr, otras intentan con el yoga, el tai chi y otras técnicas de meditación -punto aparte me merecen los gilipollas que luego van de espirituales porque hacen yoga en el gimnasio, pero eso ya no va en este relato-. Para mi es el bondage, y no hablo de que me aten las manos mientras follo... hablo de la entrega completa del cuerpo -que no de la mente- y la exposición, son la forma en que me relajo, una manera muy personal de alienarme, de descansar de mi mismo, de ser otro. Tal vez podríais decir que es justicia divina, me someto para limpiar las máculas que han dejado aquellos que yo he sometido, una forma bizarra en que el universo pone todo en orden en un mundo en que nadie debiera estar por sobre otra persona, tal vez pensar en ello es gastar más filosofía de la que merece y al final solo podemos decir que soy un puto enfermo

La mascara aseguraba mi identidad, no es que me moleste exhibirme -todo lo contrario- me fascina que me vean follar, soy cliente habitual de Odarko y Strong, y fuera de lo que estos sitios ofrecen, siempre busco el sitio mas iluminado y concurrido para deleitar al publico dando caña a uno o dos culitos que me la aguanten -alguna vez incluso saqué aplauso- no, no era que me viesen la cara lo que intentaba evitar, era solo que lo que estaba colgado ahí, ese pedazo de carne que se me mecía al ritmo de la boca que le comía el rabo no era yo, yo estaba en un sitio alejado, distinto, estaba hundido en mis propias ideas, mis propios pensamientos, en un nirvana que ni ocho horas de kundalini pueden lograr.

Podía sentir como un tipo pasaba frugalmente su lengua por mi rabo erecto, sentia sus dientes rozar mi glande mientras unas gotas generosas de saliva me refrescaban los huevos, tenía los ojos abiertos pero no podía ver nada a través del cuero, no se cuantas personas me estaban tocando, sentía unas manos jugar con mis pezones, los apretaban y giraban, un par de veces apretaron tanto que me saltaron las lágrimas, pero no grité cuando eso pasó, insisto no fue orgullo estaba demasiado pendiente de mi cabeza... esa cabeza loca que vagaba por su hogar de la infancia, mientras un dedo se colaba en mi ojete poco habituado, mi cabeza rondaba por jardines de azahares en flor, limón es lo que llegaba a mi nariz, mis manos tocaban delicadas las rozas de mi abuela, sin pincharme con sus espinas pasaba mis dedos desde los pétalos amarillos hasta las puntas, cuanto me maravillaban las rosas de niño, algo tan bello y tan peligroso a la vista, tan delicado al invierno.

Mientras dos dedos ya se abrían paso a través de mi recto y lo que fueran dedos en mis pezones se convertían en dientes, mis pies se embarraban bajo la higuera, como ame esa higuera añosa y misteriosa que había tras mi casa, me gustaba hablar con ella, dormir bajo de ella, nunca me provoco alergia, nunca me hizo daño, tal vez sentía mi amor, tal vez premiaba mi respeto. Allí sentado bajo mi higuera sentí como mis ojos volvían a ver, en una explosión de recuerdos la leche abandono mi cuerpo, junto a mis flores y mis azahares, alguien trago mi nostalgia, sintió caliente mi melancolía llenar su boca y disfruto vicioso mi pasado.

Allí colgado en el bar la gente ya se ha marchado, el dueño -mi atador- sabe que no me bajaré hasta que todos se hayan ido, mañana no podré levantarme de la cama y harán falta muchas píldoras de ibuprofeno para calmar el dolor, pero no me importa, puedo respirar más tranquilo que cuando llegué, puedo seguir jugando a ser el yo en el que me había convertido cuando baje de ese avión en la T4, en ese orgasmo anónimo me confesé y limpie mis últimos pecados, al menos lo suficiente como para acallar aquellos que ni yo podría perdonarme.

1 comentario: